Dislexia sin Complejos

jueves, diciembre 18, 2014

Cuéntame un cuento

El pasado lunes día 8 de diciembre, Antena 3 emitió el último episodio de la miniserie de cinco capítulos Cuéntame un Cuento. Han sido cinco cuentos clásicos contados de una forma diferente ambientados en nuestra época actual de una forma brillante y original. El primer cuento emitido fue el de los tres cerditos, cuento que se presta a muchas interpretaciones respecto a la versión original, y sobre el que hicimos ya una entrada en el pasado a propósito de un video publicado por el periódico The Guardian, en colaboración con la agencia Bartle Bogle Hegarty.


Blancanieves, Caperucita Roja, Hansel y Gretel y La bella y la bestia son los demás relatos que completan este excelente trabajo de Cuatro Cabezas TV, publicado además en libro por la Editorial Planeta, escrito por Carlos Ruano que es autor de dos de los guiones y coordinador de los mismos, y ganadora del premio a la mejor ficción española en el Luchon International Film Festival 2014 (Miguel Ángel Vivas, director del episodio Los tres cerditos).


Una vez acabada la miniserie, lo cierto es que se echa en falta nuevas y originales versiones de otros muchos cuentos, uno de ellos, por poner un ejemplo, el del patito feo, al cual le dedicamos también una entrada hace tiempo. Animado por el espíritu de este singular proyecto, nos hemos atrevido a escribir nuestra propia versión, actualizada, del mismo.

EL PATITO FEO


Había una vez un muchacho que era rechazado por todos  por ser diferente, lo que le hacía feo a los demás.

Pedro fue abandonado por su madre nada más nacer. Criado en un centro de acogida, fue adoptado dos años después por unos padres que tenían ya dos hijas y deseaban aumentar la familia. Irene, la madre adoptiva, tras el último parto, ya no pudo tener más hijos. Desde el primer momento, las dos hermanas rechazaron a Pedro, un niño al que le encantaba el agua y disfrutaba en ella nadando y buceando. Por ese motivo, su madre le llamaba Patito, su patito. En la escuela pronto salió a relucir una dificultad llamativa de Pedro para el aprendizaje. Le costaba leer y nunca llevaba los deberes terminados a clase. Solo le gustaba dibujar y lo hacía con gran maestría y creatividad, por lo que dedicaba más tiempo al placer de sus dibujos que a la absurda tarea de los deberes de la escuela. Además, era bastante torpe para cualquier actividad física fuera del agua, por lo que para sus compañeros resultaba un patoso y, en abreviatura, acabaron llamándole Pato. Para sus maestros, Pato, además era tonto y vago, calificativos que también adoptaron sus hermanas para burlarse continuamente de él. En el colegio se fueron haciendo cada vez más frecuentes las reprimendas y los castigos; y las burlas de los compañeros se acabaron convirtiendo en un bullying que Pedro sufría en su interior. Poco a poco, Pedro se iba convirtiendo en un patito feo en la medida en la que el sentimiento de fealdad crecía en su interior.
Su estima terminó completamente arruinada el día que escuchó por casualidad una conversación de sus padres hablando sobre él en el que lamentaban haberle adoptado. Solo, rechazado por sus compañeros en el colegio, por sus profesores, por sus hermanas y, ahora por sus padres, Pedro decidió escaparse un día de casa en busca de un lugar en el mundo donde no se sintiese mal por ser distinto a los demás. Vació la mochila llena de libros y los tiró bajo la cama. Cogió algo de ropa, los escasos ahorros que tenía en un cerdito roto y pegado una y otra vez y, a la hora del colegio, decidió no entrar, como hacían muchos otros chavales para hacer pellas. Uno de ellos era Iker, uno de los matones y el líder que dirigía las burlas y el acoso que los demás le proferían en el patio durante el recreo. Pero esta vez, Iker, sorprendido por lo que él creía era el debut de Pedro en el mundo de las pellas, decidió no burlarse de él y adoptarle como aprendiz suyo en ese mundo de fanfarronería y aprendizaje de la vida golfa de la calle. Lió un porro y, tras unas caladas, se lo ofreció a Pedro.
-Yo no fumo.
-Venga chaval, si quieres juntarte con nosotros tendrás que hacerlo.
Pedro dio una calada al porro y el golpe de tos le hizo sentir que sus pulmones se resquebrajaban de arriba abajo.
-Venga, otra vez.
Negó con la cabeza mientras seguía tosiendo pero acabó cediendo ante la insistencia de Iker. Para cuando aprendió que dando caladas menos profundas la tos era menor, empezó a sentirse mareado y con flojera en las piernas.
Iker propuso a los demás ir al chino donde podían conseguir cerveza sin que Juanito, como llamaban al chino, pusiese pegas a su minoría de edad. Pedro también probó la cerveza ese día y la encontró amarga y desagradable, pero, de alguna forma, haciendo todo aquello que sabía que no debía hacer y que solo le provocaba tos o le dejaba un amargo sabor en la boca, sentía que era aceptado en un nuevo mundo en el que su torpeza con el balón o su dificultad para la lectura no representaban un motivo de aceptación o rechazo.
Decidió cambiar de planes y, cuando regresó a casa, vació la mochila y volvió a poner en su lugar los libros arrojados debajo de la cama. Aunque con cierto sentimiento de culpa, aquella noche durmió tranquilo imaginando que había encontrado su mundo. Pero en el cambio de planes con respecto a su huida de casa, no había tenido en cuenta la nota que el colegio hizo llegar a sus padres por la ausencia producida. Cuando sus padres le pidieron explicaciones, trató de inventar una historia, pero fue incapaz y solo consiguió castigos y más reproches que aumentaron el sentimiento de fealdad que sentía por sí mismo.
-Tienes que aprender a falsificar la firma de tus padres –le explicó Iker.
Y Pedro se las ingenió para conseguir las firmas de ambos en un documento que encontró buscando entre los papeles de su padre e imitarlas durante toda la tarde, en lugar de hacer el trabajo de Historia que tenía que entregar al día siguiente.
Todo se complicó el día en el que la pandilla de golfos, dirigida por Iker, intentaron un pequeño hurto en una tienda, pero el dueño se dio cuenta y, aunque los demás consiguieron salir corriendo de la tienda, Pato, el patoso, no fue lo suficientemente rápido para hacerlo y el dueño consiguió sujetarlo y retenerlo hasta que llegó la policía, la cual lo llevó a casa para entregárselo a sus padres y notificarles la denuncia interpuesta.
-¿Así nos pagas todo lo que te hemos dado y hecho por ti? –preguntó su madre.
-Yo no pedí que me adoptarais.
-Encima desagradecido –medió su padre propinándole una bofetada. Era la primera vez que le ponía la mano encima.
El escozor en la cara duró un rato. Pero el dolor en su corazón prendió con la firmeza de la semilla que se ancla en la tierra por medio de sus raicillas.
Aquel episodio de iniciación en la delincuencia juvenil dejó una profunda huella en Pedro.


...
A partir de aquí la historia podría seguir diferentes derroteros, por lo que lo dejamos para que cada cual continúe su propia historia:
-Los acontecimientos siguen un curso natural y el tipo de conductas iniciado por Pedro le llevan por un mal camino.
-Pedro gana un concurso de dibujo del colegio y el reconocimiento de su valía para el mismo le permite recuperar algo de su autoestima para dedicarse con entusiasmo a ello.
-La intervención del Equipo de Orientación por las alarmas surgidas en el colegio detecta una baja autoestima derivada de una dificultad de aprendizaje llamada dislexia y la propuesta de un plan de intervención para evitar un presumible fracaso escolar.
Aplicando la estadística a las tres opciones mencionadas, la más probable por darse con mayor frecuencia es la primera (más del 50% de la población reclusa en Reino Unido es disléxica).



 La segunda no va tampoco tan desencaminada. La dislexia es más frecuente entre emprendedores y, en la faceta artística, es donde muchos disléxicos han conseguido lo que el patito feo del cuento clásico: “rizar su alas, alzar el cuello y alegrarse desde lo más hondo de su corazón. Jamás soñé que podría haber tanta felicidad allá en los tiempos en los que era sólo un patito feo”.


Convendréis conmigo, por experiencia, que la menos probable aunque la más deseable, es la tercera opción.
Pero en cualquier caso, se trata solo de un cuento en el que el “vivieron felices para siempre” no es más que una quimera.
¡Felices fiestas y un próspero 2015 a todos!

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